Comentario
Dos descubrimientos importantes complementan el de Lascaux en esta etapa intermedia. A partir de los años 1937-1938, L. Péricard y S. Lwoff descubren los centenares de placas grabadas de La Marche (Lussac-les-Chateaux, Vienne) que dan a conocer con carácter provisional, y con cuya complejidad se enfrentará, muchos años después, Léon Palee ayudado por M. T. de Saint-Pereuse, en varios volúmenes de contenido modélico. Asimismo, los acontecimientos bélicos no permitieron calibrar toda la importancia del hallazgo de la cueva de Gabillou (Mussidan) que, en 1964, sería divulgado en una amplia monografía por su propietario Jean Gaussen.
Llegada la paz, las investigaciones de arte prehistórico volvieron a ponerse en marcha, esta vez a escala mundial. Para el arte paleolítico recordaremos los hitos principales.
En 1949, Suzanne de Saint-Mathurin y Dorothy Garrod encontraron los bajorrelieves de Angles-sur-I'Anglin (Vienne). En la misma Francia, a aquél suceden otros descubrimientos menores -Saint-Eulalie y Escabasses- y uno de enorme importancia. Nos referimos al hallazgo (1956) de las pinturas y grabados de la gran caverna de Rouffignac (Dordoña) por Louis René Nougier y Romain Robert, cuya discutida autenticidad fue aseverada por el anciano abate Breuil y, además, confirmada por una comisión internacional en la que figuraban, entre otros, los españoles Martín Almagro, Antonio Beltrán, Francisco Jordá, Salvador Vilaseca y Eduardo Ripoll.
En España, en octubre de 1951, fue hallada la caverna de Las Monedas (Puente Viesgo, Santander) gracias a los trabajos de exploración de Alfredo García Lorenzo y Jesús Carballo, cuyo estudio fue confiado a Luisa y Eduardo Ripoll el año siguiente. Gracias a la misma labor y en el mismo monte del Castillo, se descubrió en 1953 la caverna de Las Chimeneas, que fue estudiada por Joaquín González Echegaray. Un año más tarde se reúne en Madrid el IV Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas, con la presencia del abate Breuil, que visita los nuevos descubrimientos de la provincia de Santander y otros, viaje que constituye su despedida de las cuevas cantábricas.
En aquel mismo momento F. Jordá y Magín Berenguer realizan una minuciosa revisión de las pinturas y grabados de la cueva del Pindal. En 1959, el grupo paleolítico andaluz se ve acrecido con la gran caverna de Nerja, dada a conocer por Simeón Giménez Reyna, mientras que el panorama peninsular del arte paleolítico se iba completando con la extremeña cueva de Maltravieso (Cáceres) (1956), publicada sucesivamente por C. Callejo y M. Almagro, e incluso por la presencia de arte rupestre, al menos paleolítico en parte, en la cueva portuguesa de Escoural (1960).
Culmina esta etapa con algunos descubrimientos de gran importancia. Los grabados y pinturas de la cueva de El Ramu o Tito Bustillo (Ribadesella) fueron hallados en 1967 y publicados por M. Berenguer y A. Beltrán en 1969. Más tarde, Tito Bustillo ha sido objeto de amplios estudios, acompañados de excavaciones, por parte de A. Moure y R. de Balbín. En el País Vasco, los magníficos grabados de la cueva de Altxerri (Aya, Guipúzcoa) se descubrieron en 1962 y fueron dados a conocer dos años después por José Miguel de Barandiarán y otros, contándose con un estudio más reciente debido a Jesús Altuna y Juan María Apellaniz (1976). En 1968, Miguel Angel García Guinea presentó su estudio del arte de las cuevas santanderinas de Peña de Cuco (Castro Urdiales) y Cobrantes (Aras). El año siguiente fue encontrada y rápidamente publicada la cueva con pinturas bícromas de Ekain (Cestona, Guipúzcoa) por J. M. de Barandiarán y J. Apuna. Volviendo a Santander, debemos citar la cueva de Chufan (Riclones), hallada por M. de Cos en 1972 y publicada por M. Almagro con un estudio del arte mueble paleolítico cantábrico debido a Barandiarán, Bernaldo de Quirós y Cabrera.
En 1979 se celebró el centenario del descubrimiento de Altamira, conmemorado por un simposio celebrado en Madrid y Santander, en el que se presentaron importantes comunicaciones sobre arte paleolítico.
Los últimos 25 años han visto, en efecto, cómo se ponían a debate numerosas cuestiones relacionadas con el arte prehistórico en reuniones de carácter internacional. La primera tuvo lugar en el castillo de Wartenstein (Austria) en 1960, bajo los auspicios de la Wenner Gren Foundatión for Antropological Research, de Nueva York, contando con la presencia del abate Breuil y bajo la presidencia de L. Pericot. El siguiente se celebró en Barcelona en 1966, organizado por el Instituto de Prehistoria y Arqueología de la Diputación Provincial.
Las reuniones siguientes ya fueron auspiciadas por la Union Intemationale des Sciences Préhistoriques et Protohistoriques: en 1968 se celebró el simposio de Valcamonica, organizado por Emmanuel Anati y el Centro Camuno di Studi Preistorici, siendo presidido por Paolo Graziosi; en 1970, el simposio de Santander, organizado por M. Almagro y M. A. García Guinea y presidido por el primero; y, en 1979, el simposio del centenario de Altamira. Posteriormente tuvo lugar en Sigriswil (Suiza), otra reunión del mismo carácter organizada por H.-G. Bandi, W. Huber, M.-R. Sauter y B. Sitter (1979).
También en este período han aparecido notables obras de conjunto. La primera por su fecha es la del abate Henri Breuil, "Quatre cents siécles d´art pariétal" (1952). Aparecen al mismo tiempo las de H.-G. Bandi y J. Maringer, y la de Herbert Kühn, y le siguen las de Paolo Graziosi ,(1956), Ch. Zervos (1959), S. Giedion (1962) y A. Laming-Emperaire (1962). Estas grandes obras culminan con la de André Leroi-Gourhan, "Prehistoire de l´Art occidental" (1965) a la que nos referiremos repetidamente en el presente trabajo, pues, por la novedad de sus planteamientos, constituye un verdadero mojón en estos estudios, aunque algunas de sus teorías hayan sido discutidas, por ejemplo en un libro de conjunto de Peter J. Ucko y Andrée Rosenfeld (1967).
Mientras tanto, con el estímulo de aquellos trabajos, se van perfeccionando los métodos de estudio. Entre los más novedosos citaremos los basados en los análisis microscópicos y en las fotografías infrarrojas de Alexander Marshack, las aplicaciones de la semiótica de Georges Sauvet, las refinadas técnicas de copia de M. Lorblanchet, los procedimientos de limpieza y consolidación de J. Brunet, P. Vidal y J. Vouvé, la fotografía perfeccionada por J. Vertut y N. Aujoulat, el minucioso y exhaustivo análisis de las paredes de las cuevas de B. y G. Delluc, la zoología y la etología practicados por J. Altuna y G.-H. Bandi, etcétera.